Y seguimos de Exposición. Esta vez es la casa Dior .
Desde pasado 22 de abril y hasta el próximo 20 de mayo, Tokio toma el relevo de Shanghai y de Beijing como sede de la
exhibición Lady Dior as seen by. Una interacción entre Moda y Arte a través de la reinterpretación que conocidos artistas internacionales hacen del célebre bolso que catapultó a la fama Lady Di.
Fotógrafos como Patrick Demarchelier, Peter Lindbergh, Annie Leibovitz, David Lynch o Bruce Weber, entre otros, o artistas como Daniel Arsham, Kohei Nawa y Olympia Scarry, dan su peculiar visión de un bolso mítico que se ha convertido en un emblema de la Casa.
Lanzado a mediados de los noventa, durante el periodo en el que la dirección artística de la Maison estuvo confiada al italiano Gianfranco Ferré (el diseñador de las maravillosas camisas bancas), el bolso recogía una tradición presente en los gustos estéticos y culturales de Monsieur Dior, el entramado de rejilla de las sillerías francesas de los siglos XVIII y XIX, trasladado a la arquitectura moderna en las formas férreas de la Tour Eiffel o en las pasarelas metálicas del Centro Pompidou.
El resto es historia. Al igual que sucediera años antes con los bolsos Kelly y Birkin de Hermès, es una figura femenina carismática de la época quien lo eleva al Olimpo de los must. En 1995 la princesa Diana de Gales, en el apogeo de su popularidad, acude a París a la inauguración de la Exposición sobre Cezanne en el Grand Palais. La esposa del entonces Presidente de Francia, Madame Chirac, elige como obsequio para la Princesa un novedoso bolso Dior que ella misma acostumbra a utilizar asiduamente. Lady Di hizo del bolso su complemento fetiche, contribuyendo de este modo a convertirlo en un objeto de deseo y en un accesorio legendario vinculado para siempre a su imagen más glamurosa y mediática. ¿Fue pura coincidencia que el nombre del bolso fuera Lady y que a él se añadiera posteriormente el nombre de la Maison, cuya primera sílaba coincide con el diminutivo popular de la princesa?. Poco importa. El bolso unirá para siempre el nombre de la Maison y el de su Musa, en una sabia operación de marketing.
Pero el mundo de la Moda es un universo en perpetuo movimiento y efímero por definición. Por ello es necesario reinventar y revitalizar constantemente incluso sus elementos más emblemáticos, dándoles nuevos impulsos. En 2009 el Lady Dior, un tanto arrinconado por las jóvenes generaciones, recibió un renovado impulso con la nueva campaña lanzada por la Maison teniendo esta vez como imagen a la actriz francesa Marion Cotillard, magníficamente fotografiada por Peter Lindberg. Y el bolso recuperó un protagonismo acorde con el nuevo air du temps, en una magnífica declinación de originales colores y materiales (evolución esta que no es exclusiva de la Casa, ya que se observa en otras marcas emblemáticas como Hermès o Loewe). El resto forma parte del marketing de las marcas de moda; actrices jóvenes como Mischa Barton o Emma Roberts, o socialities como Paris Hilton o Dita Von Teese combinan los estilismos mas variopintos con todas las variedades imaginables del Lady Dior. Y el bolso que fuera signo del chic de las madres se convierte, por arte del marketing, en objeto de culto fashionista de las hijas, expertas en tendencias y avezadas conocedoras de las claves iniciáticas de lo it y lo out.
Al igual que la Moda, el marketing de Moda tiene que estar atento a los comportamientos y tendencias sociales, para adaptar sus estrategias de actuación a los nuevos tiempos. Y la confluencia del Arte y la Moda ha demostrado en los últimos años ser un filón. El Arte es cool, ya sea por convicción o por esnobismo (hay un magnífico y ameno libro titulado "Histoire du snobisme", de Frédéric Rouvillois, Ed. Flammarion, que analiza con humor las diversas manifestaciones del esnobismo en Francia, perfectamente exportables a otros países). El marketing de Moda ha sabido explotar magistralmente este filón.
El pionero fue Armani, con sus exposiciones en el Museo Guggenheim de Nueva York y de Bilbao. Y la tendencia se ha consolidado no solo en lo concerniente a exposiciones museísticas, sino también con la colaboración de artistas variopintos con las casas de Moda. Recordemos, por citar solo un ejemplo, la colaboración de Murakami con Vuitton. Ahora es el turno de Dior, que con esta Exposición no solo consolida su imagen y su presencia en los importantes y crecientes mercados chino y japonés, sino que vincula un bolso mítico en su clasicismo con el arte de vanguardia y con los deseos transgresores (dentro de unos códigos preestablecidos) de jóvenes generaciones con alto poder adquisitivo. De ahí a que las cifras de ventas del Lady Dior se multipliquen solo hay un paso, el que media entre su exhibición pública por las nuevas musas de la Moda (o mejor de las tendencias) y su conversión en objeto de deseo para las numerosas seguidoras de éstas.




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